Cuento de terror en el que una pareja recién casada va al castillo de unos familiares que en realidad son vampiros en Francia. El tono surrealista, pesadillesco y alucinatorio domina la función a través de los paseos nocturnos por el castillo a luz de vela, los colores bien marcados de la fotografía (rojo y azul) y el gusto por los planos abiertos que dan una sensación de teatro macabro. Rollin se adelanta a Argento en la utilización del rock progresivo para hacer música de una película de terror con la participación de la banda Alcanthus y los resultados son excelentes. De a poco el contenido erótico va subiendo de tono (hay cinco mujeres vampiras dispuestas a desnudarse) y se adapta a la estructura del film.