Thriller en el que una joven empieza una relación con un psiquiatra al mismo tiempo que descubre tener un hermano gemelo oculto en Paris. Adaptación de la novela Lives of the Twins (1987) de Joyce Carol Oates (bajo seudónimo). El tema del doppelgänger, recientemente abordado por D’après une histoire vraie (2017), aquí tiene vuelta de tuerca más. La subtrama del feto asimilado por el hermano gemelo en los primeros meses de gestación no creo que provenga de la novela (¿o sí?). L’amant doublé (¿doblado o doble?) es una de las películas más desbocadas, delirantes y retorcidas de François Ozon, pero al mismo tiempo una de las más frías, calculadas y en el fondo decepcionantes. Cercana al cine de terror, un terreno con el que Ozon coqueteó en Les amants criminels (1999), hay una secuencia bien temprano que muestra lo que pueden dar las libertades estilísticas del género. Algunos han comparado este ejercicio con Brian De Palma, pero Ozon no es un gran orquestador de set pieces. Lo suyo es (o era) la fría distancia fassbinderiana. El problema en este caso es que la joven protagonista (Marine Vacth, en Jeune & jolie pasaba lo mismo) y el dibujo del resto de los personajes no ofrecen mucho apoyo (Jérémie Renier, bien como el hermano pero nada que hacer como el otro) . A veces Ozon exagera la capacidad novelesca de la historia, o confía demasiado en el artificio de los recursos empleados para conseguirla. La secuencia de inicio muestra las sesiones de la pareja y su progresivo enamoramiento. Está filmada a partir de una serie de fundidos, pantallas divididas y sobreimpresos que lucen muy lindas, pero que su acumulación anula el desarrollo de los personajes. Lo mismo pasaba al principio de Une nouvelle amie (2014), otra adaptación chez Ozon de una autora anglosajona que suele trabajar con seudónimo (Ruth Rendell). El grado justo de estilización para la artificialidad de la historia y su correspondencia con las emociones que busca generar era el fuerte de su cine, pero aquí no sólo ha perdido la capacidad de provocar, sino que, lo más importante, ha perdido la capacidad de emocionar.