Slasher en el que cinco jóvenes van de campamento y se encuentran con un asesino suelto en los bosques de Oregon. El film es una especie de eslabón perdido entre Deliverance (1972) y Friday the 13th (1980) y una pequeña maravilla injustamente olvidada. Lieberman lleva el realismo de la puesta en escena y la ausencia de ornamentos hasta las últimas consecuencias dentro del margen de maniobra que le permite el slasher. Como resultado llega a la raíz del cuento de hadas. Como la historia es siempre la misma, más que nunca deja claro que en el género de terror lo importante es el cómo y no el qué.
Tal vez el film sea demasiado bello para ser un slasher, pero cumple con casi todos sus requisitos (las cuchilladas, el grupo, la concentración espacio/temporal, la cámara subjetiva). El film hace un impresionante uso de la naturaleza. El plano general en el que vemos a los cinco protagonistas caminar por detrás de la cascada eleva la película a otra dimensión. Lieberman hace las cosas como deberían hacerse siempre, pero lamentablemente su film es una excepción. Nos fuerza a ver las cosas de una nueva forma. Los monstruos/asesinos son parte de la naturaleza. Sus apariciones en planos generales mirando desde lejos, sorpresivas por su falta de efectismos, son tan aterradoras como extrañas. En este planteo hasta las bromas pesadas propias del slasher quedan suprimidas por el clima espeso. La apuesta realista de Lieberman es absoluta, hasta tal punto que no necesita de forzar las situaciones. La inclusión de detalles en la relación entre los personajes resulta un plus. Pequeñas miradas y gestos sirven para pintarlos de forma breve y concisa. Para cerrar un panorama brillante, la banda sonora incluye la canción Heart of Glass de Blondie.