Adaptación de comic en la que un ingeniero americano que diseña armas es secuestrado en Afganistán y se convierte en un superhéroe. Hollywood sigue explotando el catálogo de superhéroes de Marvel, esta vez con un personaje menos popular pero mucho más atractivo: alcohólico, mujeriego, carismático. Igualmente no hay sorpresas: la rebeldía del protagonista queda tamizada por el pacato PG-13 y la oportuna toma de conciencia, la militarización del subgénero ya cansa, aburre y satura: el proceso de creación y aprendizaje de los poderes no sorprende a nadie y el final siempre es una batalla de bites, CGI y muñecos digitales. Lo único para destacar es la actuación de Robert Downey Jr. que parece divertirse en todo momento y el espectacular diseño del traje de metal. No pidamos algo de carga emotiva o humana, sentido de la aventura, alguna pizca de magia o refinamiento en la puesta en escena. Iron Man es otro superhéroe más para engrosar la lista de blockbusters veraniegos.