Drama en el que una reina se enamora del hombre que debe matarla en un castillo alemán durante el siglo XIX. La película es uno de los films de Antonioni más dramáticamente convencionales y visualmente desconcertantes, tal vez por el estatismo de los personajes o por tratarse de una película de época. Antonioni experimenta con el video insertando figuras fantasmales y cambiando la paleta de colores. Pese a la precariedad de la tecnología de video de la época de realización, el film ya marca un camino de lo que vendrá.
Il mistero di Oberwald es una curiosidad en la obra de Antonioni. En primer lugar se trata de su primera y única película de época. Adaptación una obra de teatro de Jean Cocteau (L’aigle à deux têtes, que el propio escritor francés ya había llevado a la pantalla en 1948), el film está rodado con cámaras de video y procesado de tal forma que permitió realizar una alteración de la imagen original. Antonioni aprovechó el encargo de la RAI para experimentar con la nueva tecnología, especialmente en lo referente al color. Un largo anhelo de Antonioni, desde la época de Il deserto rosso (1964), donde pintó especialmente buena parte de las locaciones y decorados para darle el color y la atmósfera adecuada a cada escena. Claro que la tecnología en 1980 todavía no estaba lista. La historia, bastante fiel al texto original, no puede ser más ajena a los intereses y a los personajes que habitualmente Antonioni suele llevar a la pantalla. Una reina recibe en su castillo a un escritor que escribió un poema contra la anarquía y supuestamente vino a asesinarla. Ni el año ni el lugar en que transcurre el relato están claramente definidos a diferencias del resto de las películas de Antonioni. Más allá que la tecnología del video todavía no estaba ajustada a la calidad de película del celuloide, el film visualmente se sostiene y le da una oportunidad a Antonioni para utilizar el color en función del estado emocional de los personajes y del ambiente. De esta forma, cada personaje – color transforma el encuadre con sus apariciones y movimientos. Incluso la pantalla se divide en dos tonalidades cuando se enfrentan dos personajes antagónicos. Otras veces, una misma imagen adquiere una belleza irreal o un aspecto desolador sólo con una leve alteración del color. Lo cierto es que habría que ver con un material más acorde a la sensibilidad de Antonioni y con un involucramiento más profundo en el proyecto (más allá de la cuestión técnica), cuáles habrían sido los resultados de este camino. Da la impresión de que, por momentos, las intenciones devienen demasiado explícitas. Terminan distrayendo más que seduciendo al espectador.