Thriller de acción en el que una agente secreta es traicionada por su organización en una misión en Dublin y vuelve a los Estados en busca de venganza. Soderbergh continúa engrosando su obra. A la larga se ha convertido en el prototipo del director de estudio del Hollywood clásico. Filma a ritmo de un film por año y atraviesa todos los géneros y estilos con la misma impersonalidad. Esta vez retoma la veta policial de Underneath (1995), The Limey (1999) y Bubble (2005), que tal vez sea la más propicia para su talento, agregándole unas secuencias de artes marciales. El problema de Soderbergh no es la falta de ideas, sino la precariedad y la ironía que muestra hacia ellas. Esta tendencia se nota a lo largo de toda su carrera. Porque la estructura narrativa a partir de flashbacks, la idea de una mujer fuerte rodeada de hombres que la quieren matar, los injertos de música electrónica y funk de la década de 1970 en las escenas de acción, recurrir a una peleadora de artes marciales sin experiencia de actriz como protagonista y planificar y montar bajo cierta idea de realismo tienen su validez, pero estos recursos están teñidos de desafectación. Si bien Soderbergh después de Che: Part Two (2008) dejó de intentar ser un director cool, su imprevisibilidad es previsible.