Comedia en la que una extra de cine se hace pasar por una hija adolescente no reconocida para estafar a un millonario en Buenos Aires. Amadori va explotar mejor el concepto de cambio de roles en Soñar no cuesta nada (1941). En este caso el planteo choca contra el límite de la edad que Niní Marshall puede representar en el cine. Su personaje parece más retrasada que aniñada. Pero el segmento en el colegio sabe sacar provecho de la caricatura de las maestras y de la escena en que la someten a un examen.