Ginger Snaps (2000)

Cuento de terror en el que una chica de 16 años es mordida por un hombre lobo y empieza a transformarse mientras su hermana busca la cura en un suburbio de Ontario. Cuando parecía perdido el poder metafórico del cine de terror de la década de 1970 aparece este film de John Fawcett sobre la menstruación y la transformación de niña a mujer. La película no se interesa tanto en las muertes y la sangre (aunque es generoso en ellas), sino en el proceso de transformación (Cronenberg) a partir de los cambios de conducta de la protagonista y del pelo y la cola que le crecen. En ese sentido los personajes están muy bien perfilados (las hermanas son las freaks del colegio, la madre es insorteable, el padre indiferente) y los diálogos resultan bastante realistas (cuando se describe una su experiencia sexual, por ejemplo) sin perder la dimensión fantástica del relato. Los formalismos de la secuencia de créditos con fotos de muerte en 16 mm y de las secuencias de ataque con cámara al hombro resultan particularmente perturbadores. Las cuatro muertes (la compañera que se queja del perro y cae en la cocina, el director de la escuela en off visual, el portero asiático en el pasillo de la escuela y el amigo que la ayuda en el sótano de la casa) no son el eje del conflicto. Los licántropos lucen un poco flojos, nunca los muestra enteros y están lejos de la perfección de The Howling (1981), película a la que se cita con un pase en la televisión. El film cambia algunos de los mitos sobre los hombres lobo: el aro de plata en el ombligo no funciona y la cura es de una planta extraña que se inyecta como droga. Hay una imagen aterradora, el amigo que ayuda agonizando con las dos hermanas cortándolo y comiéndolo en clímax bastante bien logrado en la casa de las chicas. La película es una de las mejores aproximaciones al tema del hombre lobo que ha dado el cine de terror en los últimos años porque aprovecha los clichés del género para aportar algo más.