Policial en el que un excéntrico asesino a sueldo está al servicio de unos crepusculares mafiosos en New York. La película plantea en lo general una mirada irónica y reflexiva al cine de género y, en lo particular, un nuevo tratamiento a la representación de la violencia. El resultado es tan original como fascinante, pero tiene algunos baches. La película mezcla filosofía oriental, humanismo y violencia, referencias literarias (Rashomon de Ryûnosuke Akutagawa), datos procedentes del cartoon (The Simpson), humor absurdo y la cultura del hip hop. Todo narrado con mucha tranquilidad, la parsimonia marca de la casa Jim Jarmusch. Las fallas las encontramos en los fragmentos escritos de la filosofía del samurái que se vuelven redundantes (y detienen el momentum del film), en las relaciones del asesino a suelto con el heladero y la niña que cumplen un artificial función edulcorante y en el trascendentalismo de la última parte en la que el protagonista debe enfrentar la muerte. Lo major está en el humor casi surreal que desprenden algunas situaciones, los mafiosos decadentes y sus impredecibles personalidades, en el papel absolutamente inservible de la policía la manifestación casi poética de la violencia y a la naturalidad de su irrupción. Ghost Dog es una obra que confirma la personalidad de su director. El problema es que no logra articular del todo bien el espectáculo, la ironía y la reflexión.