Friday the 13th (1980)

Slasher en el que un grupo de coordinadores de un campamento de verano empieza a ser asesinado en un bosque de New Jersey. Más allá del descaro argumental y de la mala fama que el film adquirió con el paso de los años a causa de sus secuelas, Cunningham redondea un pequeño clásico del terror contemporáneo. La mirada distante, por momentos casi desinteresada, hacia los personajes y sus destinos de alguna manera recuerda a la sensación de tragedia inevitable de The Texas Chainsaw Massacre (1974). Hasta cierto punto el film expresa una tensión entre dos formas de construir el horror: la contención (los largos silencios, los fundidos en negro, el uso del sonido ambiente) y la manipulación (la adopción de puntos de vistas que rompen la diégesis, la diferente planificación de los asesinatos, el misterio por la identidad del asesino). De los nueve asesinatos, tres son en primera persona, tres quedan en off visual y sólo tres son realmente gore, cortesía de los efectos de maquillaje de Tom Savini.

Una de las razones del éxito del film es que la simpleza del concepto es acompañada por un excelente manejo del ritmo narrativo, un honesto retrato de los personajes, unas actuaciones neutras que no molestan y alguna resolución de secuencia inspirada. El asesinato en la cama es brillante porque la cámara se ubica disimuladamente en el lugar mucho antes de que ocurra. Su irrupción es sorpresiva y shoqueante porque los tres asesinatos anteriores fueron mostrados en cámara subjetiva. No vamos a negar que otras de las razones de su éxito fue la campaña publicitaria de Paramount, pero lo cierto es que Friday the 13th es el primer slasher que entendió el principal aporte de Halloween (1978): la suspensión narrativa en beneficio del terror. Si bien no es ni por cerca tan riguroso formalmente como Carpenter, Cunningham sabe mantener la duración del plano y la distancia de la puesta en escena para que el film respire fluidez y transparencia en todo momento.