Drama en el que un joven francés visita la familia de un soldado alemán que murió en sus manos durante la primera guerra mundial poco después del final del conflicto bélico. Remake de Broken Lullaby (1932) de Ernest Lubitsch. Después de la excelente pero desconocida Angel (2007), François Ozon vuelve a realizar un film de época. Lamentablemente esta vez no sale tan airoso. El problema radica en que el drama del protagonista es ajeno al espectador y sólo es utilizado como una excusa para el desarrollo de la trama. Ozon trata de compensarlo con algunos flashbacks, pero la decisión de filmarlos en color no es muy feliz. La fotografía en blanco y negro no luce porque el clima ya es demasiado lúgubre. La versatilidad que le da el cambio de lenguaje entre el alemán y el francés sólo puede ser aprovechada cuando los personajes recitan poesía. Y el resto de los personajes secundarios no ayudan (parece que hay un terror de cine contemporáneo a incluir personajes secundarios relevantes). Afortunadamente cuando adopta el punto de vista de la joven que viaja a Paris en busca del visitante (un segmento ausente en el original) la película toma un giro que aporta los únicos momentos de auténtica emoción.