Si bien es difícil encontrar constantes temáticas y estilísticas en la puesta en escena de Francis Ford Coppola, puede decirse sin temor a equivocarse que su labor como director funciona mejor cuando trabaja bajo presión y a encargo, que cuando tiene la libertad para hacer lo que quiere.
Luego del rotundo éxito artístico y comercial de Apocalypse Now (1979) Francis Coppola tuvo la oportunidad de hacer una serie de films en su compañía American Zoetrope con absoluta libertad. El resultado fue penoso. Es que es imposible hablar de la obra de Coppola sin referir a esas películas que hizo a comienzos de la década de 1980 que condicionaron su posición en la industria e hipotecaron su futuro justo en el momento en que debía consolidar su estilo y afianzar sus temas. A diferencia de Brian De Palma, que nunca alcanzó el prestigio y reconocimiento de un autor serio, y de Martin Scorsese, que logró hacer el cambio justo en ese momento para ensamblarse a la industria, Francis F. Coppola no pudo hacer el clic en esa década de 1980 y quedó preso al igual que Michael Cimino, Peter Bogdanovich y Bob Rafelson de una concepción de autor nunca valorada en Hollywood.
Coppola siempre fue errático y cambiante, ya desde sus comienzos, muchas veces condicionado por el tipo de proyectos que elegía y no tanto por la destreza para llevarlos a cabo.