Drama en el que una chica irlandesa viaja a Inglaterra en busca de su novio y se encuentra con un cocinero traumatizado por el recuerdo de su madre que intenta ayudarla en Londres. Egoyan concibe con facilidad atmósferas extrañas y climas perturbadores recurriendo sólo al gesto de los actores y la entonación de las palabras. Pero esta vez es demasiado explícito. Los flashbacks de recuerdo de los personajes, la historia de ella en Irlanda y la infancia de él con su madre, terminan ahogando la historia en el presente. Al compartir los dos puntos de vista, para una historia que se presenta como thriller, no hay sensación de peligro o de amenaza. Y los temas aquí planteados, los traumas de la niñez, la perdida de la inocencia, la sexualidad reprimida, quedan expuestos casi con vulgar simpleza. Eso sí, el trabajo de los actores es inmenso: Bob Hoskins hace un estupendo acento y recurre a un proceder metódico y Elaine Cassidy tiene un rostro ideal para su personaje. Egoyan incluye un particular sentido del humor en los videos que mira el protagonista de su madre cocinando, la escena en que ella descubre la ropa de una mujer colgada o la aparición de la predicadora sobre el final, pero no logra un contrapunto irónico. Entonces, lo que sería una particular visión de un thriller a lo Hitchcock y el cuento de hadas se pierde en el intento de comprenderlo todo. Luego del éxito de The Sweet Hereafter (1997), Egoyan da un paso en falso.