Drama en el que dos niños hermanos se mudan a la casa de un predicador tiránico cuando su madre se casa con él en Upsala, Suecia en la década de 1900. Al principio descoloca un poco que Ingmar Bergman adopte el punto de vista de un niño como protagonista, pero este cambio no supone ningún problema. La prolongación de las escenas con muchos personajes, los elaborados decorados y el suntuoso vestuario recuerdan a los grandes frescos históricos de Luchino Visconti. Como resultado Fanny & Alexander debe ser uno de los films de Bergman más bellos e imponentes. La muerte del padre de los niños debe ser una de los momentos más estremecedores puestos en una película. A mitad de camino el guión toma un giro un poco folletinesco. Pero por suerte sabe cerrar rápido esa puerta un poco manipuladora para abrir otra que lleva un terreno más fantástico. Es cierto que Bergman prefería la versión televisiva de cinco horas, pero el resultado de la versión cinematográfica es irreprochable.