Policial en el que un taxidermista obsesionado con el crimen perfecto viaja a la Patagonia para un fin de semana de caza. Las expectativas por el éxito de Nueve reinas (2000) no le juegan en contra a Fabián Bielinsky que realiza un film mucho más arriesgado e introspectivo. Expande su universo cinéfilo a Hitchcock (la construcción del suspenso, las largas secuencias sin diálogo), a Jean-Pierre Melville (la caracterización del protagonista, el gusto por los detalles) y a Deliverance (1972) de John Boorman (el choque de lo urbano en lo rural). Mantiene las referencias al mundo del crimen de David Mamet: el tono abstracto de la trama recuerda a Homicide (1991). Bielinsky establece una original reflexión sobre el género policial y las posibilidades del cine: el protagonista y el espectador llegan con un plan armado y deben reconstruirlo a cada paso. Claro que allí aparece un pequeño problema. El personaje de Ricardo Darín carece de los matices que justifiquen todo el tiempo que está en la pantalla. A fin de cuentas el film no opta por una resolución más abstracta que explore la idea central del protagonista-fantasma y la trama como producto de su imaginación. Pero el uso de la música (ritmos progresivos del rock de la década de 1970) y la fotografía (oscura, sombría, gran importancia de los bosques), la búsqueda de nuevas formas en la planificación y el realismo del tiroteo final confirman que Bielinsky no es sólo un aventajado guionista.