Cuento fantástico en el que dos fantasmas buscan una piedra preciosa en un salón de baile en Paris. Rivette abandona las improvisaciones, el teatro, los ensayos, las calles y la cámara al hombro. Se mete de lleno en el fantástico, en el terreno de Jean Cocteau y en el cine de terror. Los resultados son desconcertantes. Es que la dosificación de la información no ayuda y los personajes se pierden en la artificialidad de la historia. Sólo queda la deslumbrante puesta en escena en cuanto al uso de las sombras, de los colores, de la anticipación y de la sugerencia.