Drama en el que un director de cine hace un retiro a una comunidad que está en guerra contra la vida moderna en un castillo a las afueras de Paris. El film es un experimento desafiante que adapta un libro de técnica y táctica militar del siglo XIX, usa una narrativa muy libre, difusa y oblicua, utiliza referencias puntuales a Cronenberg, Bob Dylan y Apocalype Now (1979) y recurre a un sentido del humor irónico y distanciador. Bonello casi es capaz de sostener el artificio por las más de dos horas de duración. La escena que da inicio al film en la que el protagonista queda encerrado en un ataúd donde pasa la noche y luego describe su experiencia establece un tono entre absurdo, provocativo y sublime. Si bien el desprecio a la vida moderna con los ruidos y las bocinas de la ciudad y el protagonista ido de la realidad se manifiesta en el contraste con la vida de campo, el último tercio del film pierde un poco el encanto y se excede en la autocomplacencia. La búsqueda nunca puede ser completa. Hay que rescatar la valentía del hecho de que el protagonista actúa en estado de iluminación constante, la escena en que vuelve de la ciudad y se reencuentra con su novia o la hipnótica secuencia de baile con música primitiva que exceden cualquier explicación. El film en cierta forma recuerda a Pola X (1999) por sus planteos extremos (y por la presencia de Guillaume Depardieu). Hay que ver si Bonello no caerá en el ostracismo después como Carax. Película no apta para la complacencia festivalera o la crítica más indulgente, De la guerre es un producto de una autoría visionaria.