Drama en el que un pueblo se ve acosado por extraños accidentes y muertes en Alemania en la década de 1910. Haneke trata de depurar su estilo, hace su primer film de época y recurre a la fotografía en blanco y negro, pero más que nunca queda preso de su didactismo y moralismo. El problema no es la distancia que toma de los personajes, ni la frialdad en la exposición de los hechos o la insistencia en dejar abierto el misterio. El inconveniente es desde dónde narra la historia. La voz en off mal utilizada, el personaje del maestro pobremente definido y el pedido de disculpas por ser felices de los personajes desembocan en el maniqueísmo y la manipulación. La película se presta a muchas interpretaciones (el germen del nazismo en los niños y el campo, el abuso de autoridad de los padres y la educación, el origen del mal en la venganza al sistema) y eso la mantiene viva. Pero ninguna de las respuestas resulta convincente por los métodos empleados. Haneke vuelve a hacer un film en alemán como un consumado acumulador de premios de festivales. Pero su cine ya acumula demasiados vicios. Su mejor película sigue siendo Caché (2005).