Policial en el que un agente retirado del FBI vuelve a la acción para ayudar a la hermana de su donante de corazón y atrapar a un asesino serial en Long Beach, California. Da la impresión de que Clint Eastwood hace estos films en piloto automático. Igualmente Blood Work es una de sus películas más anodinas y previsibles. El desarrollo es tan poco enfático que las únicas salidas de tono son la pelea con un ruso corpulento en una fábrica y el espantoso clímax en un barco abandonado. A fin de cuentas, no es más que otra versión light y entrada en años de Dirty Harry (1971). Se extraña el desparpajo o la parodia de Sudden Impact (1983) o The Rookie (1990) y el sentido del humor de Space Cowboys (2000). A veces parece que el Oscar le hizo mal a Eastwood. Lo mejor es la música de Lennie Niehaus (en la secuencia del principio los acordes de piano se confunden con los latidos de un corazón), algunos apuntes visuales al pasar (la mirada a una mujer en plano general) y las discusiones sobre los jóvenes modernillos. En cierto momento el film intenta jugar con la comedia a partir del personaje de Jeff Daniels como compañero, hilvanar una parábola social sobre la integración latina o indagar en el previsible misterio sobre la identidad del asesino, pero estos elementos tienen poco vuelo. Eastwood sigue alternando productos menores con obras pretensiosas sólo por la gimnasia de filmar.