Historia de amor de una empleada de una fábrica y un inmigrante birmano que pasan un día de picnic en los bosques de Tailandia. El film es desafiante en sus concepciones de tiempo (deja respirar la imagen), de espacio (figura y fondo se funden) y de belleza (de una simpleza perturbadora). Weerasethakul materializa las sensaciones de la naturaleza. La división en dos partes, una urbana y otra en el campo, queda unificada por el magistral uso del sonido que de realista pasa a ser orgánico.