Drama en el que una familia negra no puede supercar las heridas del pasado poco después de la abolición de la esclavitud en Ohio, 1873. Adaptación de la novela de Toni Morrison. La película es una apuesta difícil para Jonathan Demme, por las casi tres horas de duración, por las constantes alteraciones temporales del guión, por tratar el tema de la esclavitud y por la veta de realismo mágico que conlleva la presencia de un fantasma. La sortea con oficio más allá de que nadie en la taquilla o en la academia se haya enterado. Si bien siempre resultan complicadas las adaptaciones que tratan temas delicados, más aún cuando se intentan abarcar la mayor cantidad de matices y vueltas de la historia, Demme hace una lectura política e histórica (esos violentos flashbacks en colores más luminosos porque el odio era más claro). El trabajo de las actrices (las tres protagonistas excelentes son capaces de hacer bellos hasta los momentos más cotidianos como juntar la ropa cuando repentinamente se larga a llover) y el refinamiento estético de la puesta en escena sabe sacar provecho de la fotografía y la música. Pocos films de Hollywood resultan tan valientes a la hora de afrontar el racismo y situaciones tan dramáticas como torturas, escenas de sexo forzadas o nacimientos. Pero el año 1998 fue muy representativo de las preferencias de Hollywood respecto al cine de calidad en la entrega de los premios Oscar quedando Spielberg y Miramax como los grandes ganadores, Jonathan Demme y Terrence Malick ignorados. En consecuencia Demme cierra la década que vio su consagración tal vez con la major de los tres películas que realizó, pero lamentablemente la más ignorada.