Drama en el que un profesor de música retirado cuida de su esposa hemipléjica en un departamento de Paris. Haneke continua depurando su estilo, diversificando las historias y acumulando premios, pero la idea es la misma: explorar los horrores de la sociedad de confort. El problema cada vez más evidente de su cine son las herramientas que utiliza para conseguirlo. La frialdad de la puesta en escena, la ausencia de humor y la trama sensacionalista carecen de riesgo e impacto. Porque nadie duda de la capacidad de Haneke para sostener la duración del plano, para contener la violencia en la imagen y para trabajar con los actores, sino de la función que cumplen estos recursos. Ni el realismo ni las potencias de lo falso se benefician. Si la huella naturalista (Von Stroheim, Buñuel, Losey) está presente en el film, a Haneke poco le importan los síntomas o la salvación. Se regodea en la degradación. El film es otra apuesta fácil de Haneke. Que haya ganado la Palma de Oro y el Oscar no se sabe de qué habla peor, de Cannes o de la Academia.