Cuento de terror en el que unas lombrices carnívoras acosan a un pueblo de Georgia después de una tormenta. Lieberman establece una sensación de peligro constante desde la más pura cotidianidad. Escenas como las de chica que debe encontrarse con el novio, la carga del camión que se rompe o la cena familiar incómoda sirven como preámbulo para la aparición de los bichos. La mayor gracia del film es lo serio que se toma la premisa. Soluciones visuales como las lombrices que salen del grifo de la ducha y el plano subjetivo desde el piso de la barra del bar son tan imaginativas y originales como aterradoras.