Cuento de terror en el que unas abejas asesinas atacan una granja en una isla de Gran Bretaña. Francis monta un producto de serie B con apenas seis actores, un pequeño set y las abejas insertadas sobre la pantalla para simular los ataques. Muy alejado de la vertiente catastrófica y de las epidemias de insectos de la década de 1970, el film se plantea como un policial de misterio que se resuelve con mucha paciencia. De hecho hay sólo un asesinato. Las abejas son controladas para matar al dueño y atacan al sentir la adrenalina de los humanos.