Giallo en el que un estudiante de cine sospecha que su vecina contrató a alguien para cometer un asesinato en Torino. Argento realiza un modesto homenaje a Hitchcock y un inofensivo divertimento con un producto pensado originalmente para la televisión italiana. Da la impresión que desde Non ho sonno (2001) ha dejado de tomarse tan en serio. Pese a que tiene sus elementos de terror, en este caso está al borde de la comedia negra (el protagonista neurótico parece sacado de un film de Woody Allen, el asesino ahora usa guantes blancos, hay una sola secuencia de asesinato, el móvil de la trama no es la locura sino el dinero). Por momentos se escapa una mirada condescendiente hacia los personajes y los giros de la resolución, además de ridículos, son incoherentes. Pero pese a estas fallas, la capacidad descriptiva de los movimientos de cámara, el uso de los espacios interior – exterior, la suspensión temporal de algunas escenas de suspense y la utilización de la música de Pino Donaggio logran sostener la atención. A la espera de mejores proyectos, Argento mata y pasa el tiempo con subproductos.