Giallo en el que una cantante de ópera es acosada por un asesino poco antes de presentar una obra en un teatro de Roma. Argento trata de ahondar en la locura del asesino y en el sufrimiento de la víctima llevando la crueldad voyeurística hasta las últimas consecuencias. El problema es que lo que era un condimento de su cine ahora se convierte en rígido fundamento. Todavía hay lugar para cierto virtuosismo visual que aprovecha la ambientación en el teatro y las alucinaciones en primera persona del asesino. Y para ideas atractivas como el particular método de tortura a los ojos y el uso de los cuervos para descubrir la identidad del asesino. Pero el único sostén de la propuesta recae en las muy sangrientas siete escenas de asesinatos.
Luego de la tentativa de aggiornamiento que supuso Phenomena (1985) y sabedor de que el giallo se convirtió en un género muerto (a raíz del penoso estado de la industria cinematográfica italiana y del viraje hacia el fantástico que experimentó el género de terror con el slasher sobrenatural americano), Argento trata de legitimar su estética a partir de cierto academicismo proveniente de la ópera, del romanticismo decadentista y del (dudoso) prestigio literario de Le Fantôme de l’Opéra (1910) de Gaston Leroux (aunque no es exactamente una adaptación). Lo cierto es que se trata de una operación fallida. Si bien se hace más explícita su tendencia hacia el naturalismo más básico (ambiente cerrado) y hacia el surrealismo más banal (escenas que pierden sus conexiones con lo real), Argento funciona mejor dentro de las coordenadas realistas del giallo con algunas pinceladas expresionistas del gótico. Allí sus fugas impresionistas tienden a exaltar la belleza del horror. En este caso visualmente opta por un diseño más oscuro, decadentista, con predominancia de los tonos verdes, los claroscuros artificiales (que generan contraste entre los colores y la falta de luz en varias porciones del encuadre) y el uso de la steadicam. Es una especie de manierismo berreta de principio de siglo XXI avant la lettre. Cierto es que logra sacar provecho de la ambientación y del decorado. El particular método de tortura del asesino a la protagonista genera una puesta escena dentro de la puesta en escena. Pero aun así estamos en presencia de uno de los peores films de Argento.