Drama en el que un jornalero (que viaja con su novia y su hermana) es contratado por un granjero de Texas en 1916. La película se presenta como un regalo al placer de los sentidos. La fotografía de Néstor Almendros da a la belleza un nuevo significado. Las asociaciones que propone el montaje se desentienden de la trama. A Malick se lo puede acusar de vacuo esteticismo o de embelesamiento romántico, pero no hay duda que su manera de filmar es única. En el fondo, la película es un testimonio sobre la pérdida de la inocencia (el que no sigue las vías del tren termina muerto) y el final de una época (tal vez también para el cine).