Drama en el que una chica va a la casa de su tía e investiga la desaparición de su hermana en New Orleans. Si hasta ahora el cine de Michael Almereyda estaba más asociado con las rarezas de género como Nadja (1994) y Trance (1998) o una moderna adaptación de Shakespeare, con este film se confirma como uno de los autores más personales del cine americano. A partir de una trama que bordea el cyber thriller y las historias paralelas, del refinamiento estético de la banda sonora y la fotografía y del retrato de la ciudad de New Orleans con sus bares y música, realiza un fascinante estudio sobre los falsos movimientos, la naturaleza de las imágenes, la incomunicación, las nuevas tecnologías, el amor y las realidades virtuales. De paso conecta con la modernidad más radical. Desde Antonioni y L’avventura (1960), con los fantasmas reales, hasta Resnais y Muriel (1963), con el choque de lo viejo y lo nuevo. También conecta con los cineastas más estimulantes de la actualidad: David Lynch y esa una pizca de humor surrealista, Olivier Assayas y Demonlover (2002) y Michael Winterbottom y cierto eclecticismo nada vacío. La película llega a una resolución tan fascinante como desconcertante que, más que un final abierto, es un final desplegado en el que toda interpretación es posible y se abre un futuro inmenso. Happy Here and Now es uno de los mejores films de la década de 2000 que cada nueva visión logra enriquecer. Lástima que pasó desapercibido.