Cuento de terror en el que la hija de Drácula tiene problemas familiares y se enamora de una mujer con su matrimonio en crisis en New York. Almereyda efectúa un cruce entre el vampirismo y la desintegración de la familia con una estética muy arty, fotografía en blanco y negro y ocasional utilización de la cámara Pixelvision. Las secuencias de acción y de violencia buscan más la confusión y la complejidad, aunque hay una particularmente perturbadora cuando se juntan los siete personajes en el departamento de la protagonista. Los vampiros tienen acento europeo, mueren con estacas en el corazón y no se reflejan en el espejo. Están todos los mitos clásicos. Incluso hace su aparición Van Helsing. Tal vez falle en la inserción de elementos irreverentes o humorísticos, aunque allá radique su aparente modernidad. Referencias adicionales como el enfrentamiento entre dos hermanos vampiros opuestos y un pasaje en la Transilvania de la actualidad nos remiten a Subspecies (1991). Tal vez cierta pretenciosidad del cine de autor impidan darle el status de culto que realmente merece. Pero la película queda como una auténtica rareza, disfrutable eso sí, y como una especie de delirio, especialmente en su segunda parte.