Drama en el que una profesora de literatura de París debe lidiar con la desaparición de su esposo en una playa. François Ozon retoma los caminos de la modernidad cinematográfica, en especial el Antonioni de Il grido (1957) con la duda del accidente o el suicidio, y de L’avventura (1960) con la desaparición misteriosa de una persona. Pero lo hace desde una perspectiva aún más física y corporal que Antonioni, a partir del magnetismo de la actuación de Charlotte Rampling y del realismo con que se insertan las alucinaciones de la protagonista. Finalmente, la película conecta con el género de terror y el tema del fantasma desde una perspectiva original y reveladora, la huella de lo invisible en lo visible. Ozon se destaca por la utilización de recursos que escapan a la evidencia simple y facilista, como los falsos raccords en la escena de la desaparición, la recurrencia de espejos y reflejos, la música con acordes introspectivos y los planos que empiezan con un espacio vacío. Así, el relato va descartando tramas (el posible complot), posibilidades (la negación del pasado) y apuntes al pasar (la locura de la protagonista) y ganando en capas de profundidad. Y en el camino despliega un erotismo para nada artificial o forzado y hace un retrato de un personaje cuya necesidad de comprender lo lleva por un camino peligroso. En apenas un par de años y con un puñado de films Ozon se posiciona como una de las voces más personales del cine europeo contemporáneo.