Comedia en el que una mujer luego de un golpe en la cabeza se vuelve adicta al sexo en Baltimore. Waters continúa con su aire festivo, aparentemente despreocupado, pero afila cada vez más sus críticas a la sociedad americana. Lo que en apariencia es una comedia repleta de chistes sexuales y de gags repetitivos, en sus manos se transforma en una crítica lúcida hacia los ideales del americano medio. En una clase media carente de expectativas, de lucha política y de noción de gusto, es normal que reine el sexo como único medio de satisfacción. Pero el concepto de sexo que tiene esta clase media es meramente utilitarista y fetichista, ni siquiera está asociado con el placer, el goce o el disfrute. El clásico enfrentamiento de los films de Waters de dos grupos está presente: por un lado, los pervertidos, fetichista y obsesos, y por el otro, los neutros, conservadores y puritanos. Que haya un vencedor es sólo una anécdota. Tanto unos como otros son títeres de una batalla perdida de antemano. Los primeros saben que nunca llegarán a la satisfacción total y los segundos quieren imponer su estilo de vida a los demás. Resulta simplemente genial la escena en la asociación de ayuda a los adictos al sexo (aparece el carácter utilitarista de la institución) y el final en el que el líder de los pervertidos eyacula por la cabeza (semen en el cerebro). Tal vez Waters esté apuntando a lo fácil, pero la situación y el contexto lo requieren.