Mezcla de thriller y aventura en la que una familia de Boston va a pasar unos días a los rápidos de un río en Idaho y se encuentra con un par de ladrones en fuga. El film es previsible hasta la médula. No hay nada atractivo salvo las vistosas secuencias de rafting (lástima que estén arruinadas por el insistente score de Jerry Goldsmith).
El problema del film es que está narrado del lado equivocado. La fuga de un grupo de ladrones es más atractiva que el fin de semana de una familia burguesa en vacaciones. De allí que todo devenga tan previsible como dilatado. Los personajes recién se dan cuenta de las intenciones de los ladrones a los 53 minutos de película. Y todavía queda una hora para el final. Kevin Bacon se convierte en uno de esos personajes pesados cuya única función en la vida es molestar. Hay un pútrido sabor a Spielberg en el retrato de la familia con niño, perro y padre en busca de redimirse. Por no hablar de la espantosa banda sonora de Jerry Goldsmith, peor de lo habitual en sus refritos de John Williams. Está todo bien con Meryl Streep haciendo un film de acción y con una mujer en una posición de poder, pero el resto califica para uno de los perores films de la década de 1990.