Comedia policial en la que una detective privada que trabaja como guardia de vigilancia en un casino investiga un asesinato que involucra a un senador en un pueblo al noroeste de los Estados Unidos. Alan Rudolph ha cimentado una carrera basándose en personajes excéntricos, cierta hibridación genérica y un tono ligero. Si tuviera algo más de talento podría establecerse una filiación con el cine de Hal Hartley. Aquí vuelve al mismo esquema. El problema de la película es que cuando nos estábamos acostumbrando a los personajes y al ambiente, se inventa una trama policial carente de todo espesor dramático y apoyo visual. Así, los actores quedan en terreno de nadie, la excentricidad se vuelve tontería y las resoluciones devienen estériles.