Comedia dramática en la que una viuda compra un teatro abandonado y monta un vodevil que incluye desnudos en Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Más allá del reparto prestigioso, del ágil desarrollo de la primera parte y de la atractiva dinámica del detrás de escena, queda claro promediando el film que no tiene nada que mostrar o decir. Porque Judi Dench tal vez sea la actriz británica más sobrevalorada de la historia del cine, la relación con Bob Hoskins no pasa de la discusión de dos viejos semi gagas, los desnudos son de un puritanismo alarmante y el dramatismo de la segunda parte resulta facilista. La sobriedad de Stephen Frears no alcanza. Pero bueno, son películas que no molestan a nadie, se ven con facilidad y terminan colándose en las entregas de premios anuales. Así está el cine. Frears va en camino de convertirse en el Robert Altman inglés, un correcto profesional carente de real nervio y personalidad. La película es otro exponente del peor cine inglés de ayer y de hoy del que nadie está a salvo.