Cuento de ciencia ficción en el que un ex militar taxista debe salvar al mundo de la destrucción del planeta Tierra en el futuro. Luc Besson hace su ingreso a la maquinaria Hollywood con un producto no exento de interés pero en el fondo fallido. Si se hubiera tomado más en serio la historia que está contando, hubiera sido un moderno clásico de la ciencia ficción. Material no le falta: descripción superpoblada de New York, un personaje a la medida de Bruce Willis, criaturas de todo tipo, raza, tamaño y un diseño visual original en los decorados de todos colores y extravagancias del vestuario. La primera hora de la película es un modelo de vértigo, ritmo, dosificación de la información y la creación de un mundo. Luego entra en debacle. Besson no sabe incluir las secuencias como en Léon (1994) y el personaje de Chris Tucker termina de crispar los nervios del espectador. Paul Verhoeven lo hizo mucho mejor en Starship Troopers (1997), aunque con un trasfondo de la sátira política. La idea del showbusiness que se ha apoderado del espacio es acertada y Milla Jovovich no necesita más adjetivos. Mezcla algo sobrecargada de comic, pop, pulp y kitsch, The Fifth Element se regocija en el juego pero no acepta las consecuencias.