Documental sobre una prisión psiquiátrica del estado de Massachusetts. Frederick Wiseman lleva al extremo las técnicas del documental de observación. No hay entrevistas, ni imágenes de archivo, intertítulos o miradas a cámara. Hasta tal punto que sus películas pueden pasar por ficciones híper realistas. Y uno se pregunta cómo logró que lo dejaran filmar ahí. En el film hay lugar para abusos (físicos, psicológicos y burocráticos) que los médicos y enfermeros infligen a los pacientes, pero están filmados con tanta naturalidad y cotidianidad que ninguno de los que causan o sufren parecen darse cuenta. La interpretación del número musical que da nombre a la película (presente al principio y al final) adquiere un tono triste y terminal. Para Wiseman las opciones son nulas en este tipo de institución: la única salida es en un cajón fúnebre. El aviso final que se ve obligado a incluir (que las condiciones del instituto mejoraron después de 1966) está puesto con inteligencia e ironía.