Drama en el que la dueña de una tienda de antigüedades pasea con un escritor inglés de gira en un pueblo de Toscana. La vuelta de Kiarostami de sus proyectos experimentales con una excursión fuera de su país no puede ser más auspiciosa, y no sólo por la presencia de Juliette Binoche y la cita explícita a Viaggio in Italia (1954) de Rossellini. Más allá de las discusiones que atraviesan el film sobre el arte, la originalidad y la copia, de la naturaleza autorreflexiva del relato y de mantenerse en el límite de la historia de amor, lo que se destaca es el manejo de las formas de Kiarostami. Desde la primera imagen de la mesa de la conferencia vacía con dos micrófonos esperando a los personajes, la utilización del auto como lugar de conversación (plano, contraplano y cierre de la imagen con el paisaje), el momento en que la historia se escinde con la charla de la dueña del bar y la utilización de las escaleras, los espejos y los reflejos, hasta el rostro de Juliette Binoche acostada en las sombras y la imagen final de la ventana del hotel, su film bucea en la eterna búsqueda de la reconciliación con el mundo. Kiarostami confirma y expande sus búsquedas. Su cine no se queda en el particularismo geográfico iraní.