Musical en el que una compañía productora de films tiene dificultades para hacer la transición hacia el cine sonoro en 1929 en Los Angeles. El comienzo no es muy inspirador con esos contra planos de los fans esperando a las estrellas durante el estreno de una película. Inmediatamente después monta una serie de pintorescos flashbacks que narran los orígenes del protagonista. Gene Kelly hace una nueva interpretación de sí mismo, pero como en este caso hace el papel de un actor no resulta tan molesta. Debbie Reynolds aparece y desaparece de la nada en el film y se convierte en el objeto de deseo del protagonista. Donald O’Connor hace una espectacular acrobacia contra las paredes. Después el film se regodea en la única idea de los problemas de adaptación al cine sonoro y el timbre molesto de la voz de la actriz principal. Los números musicales le dan la profundidad y el color que está ausente en el resto de las escenas. Incluso la cocina de una casa es lugar para que los tres protagonistas se pongan a bailar. La famosa escena en la calle no resulta tan inspirada como el despliegue de color y escenografía de la secuencia de baile dentro de la película. Hollywood y el género musical empiezan a tener conciencia de su propia historia.