Cuento de terror en el que un equipo de limpieza debe sanear las instalaciones de un hospital psiquiátrico cerrado hace 15 años en Massachusetts. El film toma ciertos elementos del terror hiperrealista de The Blair Witch Project (1999) en cuanto al uso de cámaras de video digitales y la imposibilidad de visualizar lo sobrenatural. Pero le suma un convincente retrato de personajes, turbulentas situaciones y emociones extremas que potencian el relato y lo llevan a otra dimensión. Con lo que asistimos a una progresiva caída hacia la locura de todos los personajes que de alguna forma hacer recordar a The Shining (1980), aunque el film de Anderson es más consecuente en cuanto a sus pretensiones y a su resolución. Brad Anderson no innova en el tratamiento de las formas y la estructura de género, pero es precisamente esa sobriedad y seriedad lo que lo hace sobresalir en la actualidad del cine de terror. Recurre a elementos habituales del género (pasillos oscuros, paredes destruidas, la fachada amenazante) que vinculan al film con la larga tradición gótica, pero también a pequeños detalles (las monedas antiguas que aparecen, los charcos de agua, las fotos colgadas en las paredes) capaces de generar mayor escalofrío que cualquier susto o asesinato. En cuanto a los personajes/actuaciones, Peter Mullan con problemas conyugales, David Caruso traumado por la pérdida de su novia, Stephen Gevedon (también guionista) abandonando su carrera universitaria y Josh Lucas dominado por la avaricia, se puede decir que superan los estereotipos y proyectan sus frustraciones a la naturaleza enfermiza del relato. Parece mentira que un director con el talento de Brad Anderson tenga que buscar su lugar en el cine de terror independiente cuando la raíz de su cine es tan clásica y sobria.