Quinta parte de Paranormal Activity (2007) en la que unos adolescentes latinos investigan unos extraños sucesos sobrenaturales en el departamento de una vecina en Oxnard, un pueblo a las afueras de Los Angeles, California. ¿Por qué no darle al film el título de quinto capítulo de la serie? y, en cambio, presentarla como un spin off paralelo de la saga es algo que sólo los ejecutivos de Paramount saben. La relocalización a un barrio latino podría darle cierto sustento a la película: ya no estamos en la casa de una familia burguesa acomodada como la segunda parte, sino en un suburbio venido a menos. La superstición de la abuela, los chismes del barrio y la escena de la fiesta transmiten cierta idea de conventillo. Pero los personajes, sus bromas al estilo Jackass, el lenguaje y el comportamiento no ayudan. Lo cierto es que Landon (guionista de los tres capítulos anteriores) trata de darle más movilidad a la trama, pero sólo consigue menos credibilidad a la persistencia de los personajes de sostener la cámara en situaciones de riesgo. El formato de las cámaras en primera persona puede dar algunas imágenes y situaciones aterradoras, pero siempre son esporádicas y quedan desconectadas. De hecho muchas veces los personajes y los diálogos se ven forzados a dar la información que las imágenes no pueden dar. De esta manera se anula el supuesto realismo que el formato facilita. Aparentemente los latinos de California tienen tan lavada la cabeza que llaman exclusivamente blancos a todos los anglosajones. La clasificación R permite profanaciones a discreción en los diálogos y un desnudo frontal (al menos reflejado en una pantalla de televisión apagada), pero poco más. La posesión es tan falsa y carente de tensión que la sensación que queda de todo lo que vemos es de ajenidad.