Drama criminal en el que tres amigos unidos por un suceso traumático de la infancia deben afrontar la muerte de la hija adolescente de uno de ellos en Boston. Adaptación de la novela de Dennis Lehane. El film cuestiona a fondo el prejuicio, la herencia del pasado y la violencia como único camino para la justicia. Si sacamos un par de fogonazos de luces en los flashbacks y el montaje paralelo del clímax, Eastwood aplica una narración transparente en todo momento. La película muestra de un excepcional manejo del lenguaje del policial. A partir de la simpleza de las pistas y del excelente retrato de los personajes, genera intriga e implicación emocional en el conflicto. Los primeros 20 minutos, con el abuso de un niño, el cadáver encontrado y el grito desesperado del padre, tienen un tono áspero y grave. Pero Eastwood inmediatamente monta un plano cuyo sentido vale todo el film. El cenital del cadáver de la hija que se transforma en un supino del cielo cambia la perspectiva y trata de entender lo que pasó. El trío protagonista se sumerge un tour de force: Sean Penn, vehemente y contenido cuando se debe, Tim Robbins aporta una sutil humanidad al supuesto asesino y Kevin Bacon adopta la estampa y presencia de un joven Eastwood. La resolución opta por la tragedia en la línea de los films americanos de Polanski o de Affliction (1997).