Drama en el que un pintor recibe la visita de un ex amante muriendo de sida en Los Angeles. Merendino trata de despegarse de los productos de género y de clase B. Recurre a la temática gay y a un reparto más aplomado. Sin embargo los problemas con el montaje final hicieron que el director acreditado fuera Alan Smithee y que se noten en el resultado final. Por empezar la profusión de primeros planos, la ausencia de desnudos y sexo y los montajes paralelos forzados delatan el destino televisivo con que se estrenó. La recurrencia de planos cenitales, de grúas y cámaras al hombro tal vez muestran más las intenciones estéticas originales del producto. Pero tampoco son muy inspiradas la actuación teatral de Richard Chamberlain, la búsqueda del hijo (James Duvall) y el dilema entre el arte y la prostitución. Son todos lugares comunes. Si bien por momentos amaga con meterse en el mundo de los hustlers de Los Angeles y la sordidez sexual, la película es demasiado pulcra. Merendino es un director que ha permanecido fuera del radar de la taquilla y crítica. Tal vez sólo por eso tenga ínfulas de autor.