Cuento de terror en el que una joven, su novio y un amigo se meten en la mansión de una mujer en coma a buscar un tesoro en un pueblo costero de Bretaña. Es saludable que Bustillo y Maury, a diferencia de la mayoría de los directores franceses de terror que pegaron un éxito y se fueron a Hollywood, se hayan quedado en su país para su segundo largometraje. En este caso hacen un sólido trabajo de presentación y ambientación, con una premisa más “fun” (que más que a la Hammer y a Argento, remite al cine de terror americano de la década de 1980), pero quedan presos de una concepción fantástica débil, de unos personajes raquíticos y de la ruptura de la continuidad espacio temporal que propician los flashbacks. El comienzo es auspicioso, con la rutina del primer día de trabajo de la protagonista como ayudante de enfermera, la llegada a la casa de noche y su exploración en penumbras. Pero una vez que la amenaza se materializa, aparecen las muertes (tampoco son tantas por la poca cantidad de personajes) y se nos explica la historia de una maestra de bailarinas el film enfrenta problemas irresolubles y la atmósfera se pierde. Beatrice Dalle hace un pequeño cameo como la madre muerta de la protagonista y su primer plano es sencillamente aterrador.