Cuento de terror en el que una mujer productora de films abandonada cuando era bebé regresa a su casa en el campo de Rusia y queda atrapada por los fantasmas del pasado. Luego de varios proyectos frustrados, Cerdà debuta en la dirección de largometrajes ocho años después de su último corto. Lo hace con una producción española rodada en inglés en Bulgaria que apunta al mercado internacional. La colaboración en el guión de Karim Hussein y Richard Stanley conforma un extraño trío de directores vanguardistas / malditos / de culto del cine de terror contemporáneo. Si la estética de Cerdà no inspiraba mucha confianza para su pasaje al largometraje, el film se encarga de confirmarlo. Más allá de que la historia se agota pronto por la falta de personajes y variantes, es la puesta en escena y el lenguaje visual publicitario la que invalida las pretensiones serias del producto: los colores saturados de la fotografía, los planos detalle motivados por la acción (y no la pulsión o la afección), la cámara temblorosa en una escena clave, el montaje que carece de toda noción de economía hacen estériles los signos claramente aterradores de la historia: la derruida ambientación de la casa abandonada, las apariciones de los fantasmas que se meten antes en la habitación a la que se dirigen los personajes, el viaje en el tiempo que lleva la historia al pasado (previa explicación por parte de los diálogos) y algunas imágenes de naturaleza perturbadora: la mujer desnuda que se le aparece al hermano gemelo y los cerdos que caminan por la casa y más tarde devoran el cuerpo del hermano.