Secuela de Iron Man (2008) en la que Tony Stark hace pública su identidad y se enfrenta a un ingeniero ruso en Estados Unidos. Luego de que las sagas de Spider-Man (2002-2007) y de X-Men (2000-2009) empezaron a flaquear, parece que esta es la apuesta más fuerte de Marvel en el panorama de superhéroes. Sin embargo el retrato del personaje de Downey Jr. no se sostiene en los histeriqueos románticos con Gwyneth Paltrow, la mirada crítica sobre la fabricación masiva de armas no es un particular interés de la saga. Pasada la primera mitad de la película, la historia no va a ninguna parte. Sólo las incorporaciones de Scarlett Johansson como una agente encubierta, de Sam Rockwell como villano patético y de Mickey Rourke repleto de tatuajes animan un poco la función. Si Favreau por momentos trata de jugar con la comedia lunática y el humor negro, poco puede hacer cuando los bites de computadora invaden la pantalla. La presencia de Samuel L. Jackson en un papel mucho más importante es un anuncio de las futuras sagas, secuelas, franquicias, spinoffs y crossovers. Favreau es un director con algún talento visual, pero ya ha hecho demasiadas concesiones como para ser tomarlo en serio.