Policial fantástico en el que una detective investiga la irrupción sin robo a un castillo a las afueras de París. Santiago se ubica en esa frontera del policial, entre el surrealismo y el terror, que tan bien va a explorar David Lynch. La puesta en escena de corte clásico y simétrico, sumada a una trama de autómatas y control mental, remite a Fritz Lang. Pero narrativamente su film no se sostiene. El secuestro de la novia del millonario que contrató a la protagonista queda resuelto a mitad del metraje. A parir de ahí, la película navega entre la intrascendencia y los sucesos inexplicables. Se nota que Santiago quiere hacer un trabajo complejo con el sonido y la música, pero no se sabe muy bien a dónde quiere llegar.