Drama en el que un hombre recibe un perro de raza y lo lleva a competir a exhibiciones en la Patagonia. Es preocupante que, con la excusa de contar pequeñas historias, el cine argentino mínimo o minimalista se convierta en nulo. No hay ningún tipo de riesgo estético o narrativo en este tipo de propuestas complacientes. Nada diferencia a El perro de un blockbuster de $100 millones de presupuesto. Todo está igual de calculado y regido por una fórmula. Por otra parte, ya estamos cansados de personajes humildes/bondadosos, de bellas postales de la Patagonia y de cierta esperanza post 2001. Pero nada de esto le importa a Sorín que se va tranquilo a casa a preparar su próxima (misma) película. Si nos remontamos a los films neorrealistas de la década de 1940, había una búsqueda (además de política) estética y narrativa. Aquí, los actores no profesionales, los reiterados planos del perro y la cámara casi siempre al hombro sólo se limitan a no molestar. Lo único que tiene favor el film es que carece de todo tipo de pretensiones.