Cuento de misterio en el que una actriz participa del remake de una película maldita en Los Angeles. Lynch desborda todas las posibilidades, excede todas las expectativas y destruye todas las convenciones (algo que ya venía insinuando en sus últimos films) para alcanzar la absoluta libertad de forma, estilo y estructura. La película vuelve a los ambientes, los climas y los personajes de Mulholland Dr. (2001), pero desde una perspectiva mucho más introspectiva, surreal y fantástica. La belleza del film radica en que todas las interpretaciones (la oscuridad que esconde y produce la luz, la ficción como espacio vacío que se llena de monstruos, los traumas y los miedos sexuales de la protagonista, la alteración del tiempo como motivo de la locura, el Hollywood decadente poblado de fantasmas) son válidas y no se superponen o contradicen, sino que se multiplican. La utilización de la música y los sonidos sugestionan al espectador. El film tiene algunos momentos realmente perturbadores (inolvidables: la cara deformada y el payaso). Las interpretaciones de todo el reparto se lucen, en especial la de Laura Dern. Pero esta vez el trabajo del director no se ata a ninguna convención o referencia. Se deja llevar por el simple fluir de las imágenes y las ideas. La obra cobra vida propia. A casi 30 años del estreno de Eraserhead (1977), David Lynch sigue a la vanguardia del cine contemporáneo.