Cuento de terror en el que una serpiente gigante es capturada en Nueva Guinea y llevada al campus de una universidad en San Diego. Fruet tiene la posibilidad de contar con un presupuesto holgado, un par de actores conocidos (Oliver Reed y Peter Fonda), los efectos especiales de Dick Smith y la música de Tangerine Dream para adaptar la novela de Michael Maryk y Brent Monahan. Si bien la trama trata de sumar elementos exóticos (tribus indígenas que adoran a la serpiente, un virus que causa telepatía, sectas satánicas que intentan apropiarse de la criatura), a fin de cuentas, se trata de un film sobre un animal suelto matando en la ciudad. Fruet maneja el ritmo del film con fluidez, no se desentiende del sentido del humor inherente al planteo, planifica con cierto atractivo visual y desliza algunos detalles realistas, pero sólo en las secuencias de ataques de la serpiente saca auténtico provecho. Tampoco es ajeno a las referencias a las últimas tendencias del género de terror: esos travellings en primera persona desde el punto de vista de la serpiente y el asesinato de tres estudiantes universitarias en su departamento remiten al slasher.