Slasher sobrenatural en el que siete adolescentes son acosados por un asesino serial que murió cuando ellos nacían en un pueblo de Connecticut. Luego de la desastrosa experiencia de Cursed (2005) y de la incursión en el thriller de Red Eye (2005), Craven vuelve a su terreno con el primer guión original que escribe desde New Nightmare (1994). Si el planteo no es original, la conversión a 3D es un poco irritante y la trama regresa a la temática adolescente, la película está a la altura de sus mejores films: A Nightmare on Elm Street (1984), The Serpent and the Rainbow (1988) y The People Under the Stairs (1992). Porque utiliza el molde del género para reflejar otras preocupaciones, el ritmo trepidante no entorpece la base melodramática y hay momentos de una extraña poesía (los asesinatos en el río). Al final de su carrera Craven se revela como uno de los pocos humanistas del género de terror. Extrae belleza de lugares impensados. En ese sentido, la angustia adolescente adquiere todo tipo de manifestaciones, el problema de las apariencias queda en primer plano, la pérdida de la inocencia es el único pasaje a la madurez, la teatralidad conecta con el tema de la leyenda y el body count sólo cumple un papel funcional. Pese a la pobre recepción tanto de la crítica como del público, My Soul to Take es un futuro film a reivindicar.